miércoles, 11 de enero de 2012

El maltrato psicológico continúa siendo el gran olvidado en la denuncia social de la violencia de género

El maltrato es una conducta por la cual el agresor de manera progresiva va intensificando el control y la sumisión de la otra persona. Este tipo de violencia contra las mujeres no solo se refiere a la agresión física que es la que aparece casi a diario en los medios de comunicación.  Ésta es, sin duda, la que más impacto genera entre población y la que más condena social recibe, pero la violencia de género engloba mucho más que las palizas o el asesinato. De hecho, esta conducta suele ser una manifestación de su última fase, cuando ya la víctima está lo suficientemente anulada como  para no quererse lo más mínimo, para sentir que es responsable de lo que le está ocurriendo y que no es nada ni nadie sin su maltratador.


Es, por tanto, la vergüenza de creerse merecedoras de tales castigos la que les lleva a callarse, a soportar estoicamente humillaciones, vejaciones, gritos, insultos y chantajes. Además, otro factor que explica la permisividad de estas mujeres es el pánico a  perder a su verdugo quien llega a convertirse en la razón de la existencia de la agredida, que termina confundiendo el amor con la dependencia más absoluta.


El maltrato comienza con el castigo psicológico, que incluye estrategias pasivas en el control de la otra persona: miradas, silencios, entradas y salidas sin mediar ningún tipo de comunicación o cualquier otro comportamiento que sugiera aislamiento. El miedo al fracaso inunda a la mujer que padece esta tortura, por lo que  su vida se convierte en una lucha constante consigo misma por intentar agradar a su agresor,  que obviamente jamás está satisfecho.


Viñeta procendente de Padylla.com



Estas mujeres, inmersas en la espiral de violencia, no pueden vestir como quieran, no pueden ir dónde les apetezca ni cuando quieran, no pueden ni siquiera expresar nada con su cuerpo porque no les pertenece. Cualquier acción que realicen queda sujeta a la interpretación que su pareja quiera darle, pues las víctimas no tienen voluntad, se la han arrebatado y ya no se reconocen si no es a través del los ojos del maltratador. Hasta sus intenciones corresponden a las que el agresor les asigne. La víctima pertenece al maltratador: “es mi mujer”.

El entorno, el mundo y la realidad de estas mujeres  se empequeñece, limitan su existencia a sobrevivir, a contar el paso de los días, a aguantar una hora más, a esperar que todo cambie, a ilusionarse con que llegará el momento en el que gracias a su autoexigencia y los castigos de su pareja alcanzarán la perfección y la pesadilla terminará, serán dignas de considerarse iguales al hombre de sus vidas. Pero ese instante nunca llega y el maltratador jamás cambia.

La violencia psicológica puede llegar a ser incluso más dura que la física, pues se trata de buscar e incentivar el odio de la víctima hacía sí misma. El maltratador fomenta la autodestrucción emocional y personal de su pareja. La trata como si fuera pura escoria para después colmarla de regalos, de arrepentimientos y de promesas de amor eterno. La mujer alcanza un estado de negación y de repulsión propia, que le lleva a desear la muerte o, lo que es peor, a darle igual su existencia.

Llegada a este punto, hasta puede acabar agradeciendo las agresiones físicas que le demuestren que de una forma u otra aún es importante para su maltratador, que se convierte para la víctima en el único elemento de conexión con el mundo. Para una mujer anulada psicológicamente el tortazo, el pellizco o la patada es infinitamente mejor que el silencio absoluto durante horas. La indiferencia se convierte en algo insoportable  que no hace más que borrarla un poco más de la vida.
    
viñeta de Forges 

Por su parte, el maltratador y sobre todo aquel que ejerce la violencia invisible, es decir, aquella que no deja marca visible, es un hombre que responde en apariencia a un modelo perfecto de integridad moral, denuncia abusos, está dispuesto a prestar su ayuda a los demás con total entrega y se autoproclama y reconoce como buena persona, con ideas férreas en cuanto a los límites del bien y el mal y de lo que debe ser o de lo que es intolerable.


El maltrato no termina cuando la víctima consigue abandonar a su agresor pues éste se siente con el poder de controlar la suerte de su mujer, incluso cuando ésta haya podido independizarse de él. El hombre que maltrata considera que la distancia psíquica, emocional o física que su víctima haya podido establecer, no es razón para desentenderse de ella. Quedarse sin ser humano al que anular sería quedarse sin la expresión que le permite conocerse como superior. Así pues, el agresor conserva siempre la expectativa de asomarse a la historia de la otra persona y condicionar su destino como si todavía dependiera de él.


En definitiva, para que la sociedad se libere de la violencia de género es necesario dejar de negar las diferencias entre hombres y mujeres y aunar esfuerzos para combatir las desigualdades. Es un error reducir la violencia a la tragedia, como si ésta fuera si fin natural y del que solo cabe dar cuenta del inevitable fracaso. No se necesitan más mujeres muertas ni anuladas, sino mujeres vivas capaces de superar el maltrato y que sirvan de referencia para las que, en esta lucha, necesitan reforzar su imagen de mujer capaz de vencer y de salir de su situación.


Fuentes:

La maternidad masculina, de Juan Carlos Suárez Villegas. 2011 -DYKINSON S.L-

2 comentarios:

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  2. Gran texto el que has escrito. Me parece que refleja muchísimos de los aspectos que, los que por suerte no lo hemos vivido, no lo sabemos. Creo que escritos como el tuyo deberían de impartirse en los colegios desde una edad temprana cercana a la adolescencia. Es muy importante que desde pequeños niños y niñas sepan las fronteras entre el amor y el maltrato, porque, como bien has dicho, la mayoría de las personas no nacemos sabiendo esto, o incluso más grave, lo han vivido en casa y lo ven algo natural.

    Sigue con el blog porque con que tan sólo una persona lea tus escritos y noticias, habrás ayudado a toda la sociedad, habrás ayudado a concienciar a todos.

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